UN DESADAPTADO



Se me puede calificar de humano, persona, individuo, ciudadano, profesional de la salud, padre de familia, abuelo, amigo, esposo…y tal vez amigo o enemigo, pero de lo único que yo me puedo calificar es de un feliz desadaptado social. Desde siempre he sentido que es una farsa total el adaptarse. Adaptarse a lo que sea que carezca de frescura y espontaneidad.

Recuerdo en mis días de colegio, sentado en mi escritorio, oyendo a la profesora repetir como lora cosas que, un día antes yo había leído en uno de los libros ordenados por el colegio, o más ampliamente, en uno de los libros de la enorme biblioteca de mi padre. Sin sentir aversión o rechazo a la linda persona que era nuestra profesora, adivinaba su soledad y sensación afanosa de ser aceptada por catorce pelones que éramos en cuarto primaria. 

Me parecía sentir el gran temor y frío que la tenía desde hacía varios años, mal pagada, en el colegio que cursé tercero y cuarto de primaria. Era un colegio mixto, donde las mujercitas siempre sacaban las notas mejores que mis compañeros. Y no puedo decir que la mía también, pues el problema para ella,  es que yo nunca llevé deberes o caía en la trampa de “cumplir” con esa estúpida rutina de “deberes para mañana”.  Iba “al día” como se puede decir, pero un poco más adelantado, porque hacia un de esas famosas composiciones mucho más extensas que lo “obligatorio” y pues no había forma de calificarme, porque nunca esperé a que “ella” me dijera si estaba bien o no. La cosas es que yo me interesé en descubrir, no “me domesticaron”, no “me torcieron” la cabeza con estúpidas costumbres llamadas educación. Mi madre fue cómplice mía siempre. 

Del número de días que había que cumplir para asistir al colegio, ella y yo nos confabulamos para poner una nota y así poder, de una semana faltar tres días.

Visitaba la Biblioteca Nacional, cuando aún había libros muy interesantes y la gente leía, iba a La Catedral Metropolitana a pasar largos momentos en silencio y en la frescura de su nave. Visitaba iglesias por su silencio, porque era gratis entrar en ellas  y nadie lo molestaba a uno, además estaban abiertas desde las cinco de la mañana, desde esa hora ya se llevaba a cabo la primera misa. Con nutrido número de creyentes.

Vuelvo al pupitre de mi colegio, nunca entendí el por qué mis compañeros mantenían un miedo hacia los famosos deberes o las ofensivas notas, con que cada uno era calificado. Mi interior no se involucró con esos miedos y esas culpas, que se reforzaban en casa  por medio de los papas. Es más cada año saque medalla de honor, pero me la daban al año siguiente, le decía la directora a mi padre, “porque molesta mucho en clase”.

Fui un desadaptado con medalla de honor jajajaja.
Bueno sigo desadaptado funcional. Funcional en Amar y dejar que me odien o me amen, ese sentir no es mío. El Amar y Ayudar sí, pero nada puede cambiar a otra persona si ella no lo desea.


(Continuará)

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