LA IMPORTANCIA DEL DESAPEGO
El comienzo y el final no
son dos cosas. El principio es el final, de modo que no las dividas y pienses
en términos de dualidad. Si quieres estar en silencio al final, tendrás que
estar en silencio desde el principio. Al principio, el silencio será como una semilla,
al final, será como un árbol. Pero el árbol está escondido en la semilla.
Sea cual sea la meta
suprema, debe estar escondida aquí y ahora, en ti, desde el principio mismo. Si
no estuviera al principio, no podría llegar a él al final. Desde luego habrá
una diferencia, al principio solamente podrá estar como semilla, al final será
el florecimiento total. Puede que no seas capaz de reconocerlo cuando sea tan
solo una semilla, pero está ahí, tanto si lo reconoces, como si no.
El desapego de las cosas
es necesario al comienzo del viaje y es necesario al final. Al comienzo el
desapego será con esfuerzo, al final el desapego será espontáneo. Al comienzo
tendrás que mantenerte consiente de él, al final será tu forma natural.
Al principio será un
constante estado de alerta, habrá una lucha con tu pasado, con tus pautas de
apego, la lucha estará ahí. Al final no habrá lucha ni alternativa, ni
elección, simplemente fluirás en la dirección de la ausencia de deseos. Se
habrá convertido en tu naturaleza. Pero recuerda que, cualquiera que sea la
meta, ha de ser practicada desde el comienzo mismo, el primer paso también es
el último. De modo que uno ha de ser muy cuidadoso con el primer paso, si este
es dado en la dirección correcta, se alcanzará el último. Si yerras el primer
paso, habrás errado en todo.
Caerás muchas veces, una y
otra vez te apegarás. Y tu mente es tal, que incluso puedes apegarte al
desapego. Tu pauta es muy inconsciente, pero el esforzarte, el esfuerzo
consciente, poco a poco te hará estar alerta y consciente. Y una vez que
empieces a percibir la desgracia de estar apegado, entonces habrá menos
necesidad de esfuerzo, porque nadie quiere sufrir, nadie quiere ser infeliz.
Somos infelices porque no
sabemos lo que estamos haciendo, pero en todo ser humano existe la aspiración
de ser feliz. Nadie suspira por sufrir, todos creamos el sufrimiento porque no
sabemos lo que estamos haciendo.
Desde el instante mismo en
que un niño nace, se le introduce en su mente mecanismos equivocados y
actitudes erróneas. Nadie trata de equivocarle, pero a su alrededor solamente
hay gente equivocada.
Un niño anhela la
felicidad, pero nosotros no sabemos cómo enseñarle a ser feliz... por ejemplo,
un niño se enfada y nosotros le decimos “Enfadarse es malo. No te enfades”.
Pero enfadarse es natural y con solo decir “No te enfades” no estamos
destruyendo la ira, solamente estamos enseñando al niño a reprimirla. La
represión se convertirá en sufrimiento, porque cualquier cosa que es reprimida
se convertirá en veneno.
Hay una cosa que no le
estamos enseñando: cómo no enfadarse. Le enseñamos simplemente cómo reprimir la
ira. Y podemos obligarle, porque depende de nosotros. Está indefenso, ha de
obedecernos, le estamos haciendo un hipócrita, falso y dividido. El apego es
sufrimiento, pero desde el comienzo mismo, un niño es educado hacia el
sufrimiento. La madre y el padre dicen al niño: “Has de quererme porque soy tu
madre, o soy tu padre”, como si el ser padre o madre te hicieran
automáticamente digno de ser amado.
El apego obligan a las
personas que se relacionan a convertirse en objetos y el amor ayuda a las
personas a ser más libres, más independientes, más sinceros. Pero la verdad
solo puede existir en un flujo constante, nunca puede estar congelada.